martes, 3 de junio de 2008

Después de la Ana.

Todos sabemos que el tiempo lo van dividiendo (ellos que se auto proclaman los de la autoridad) en pequeños pedazos.
Comenzaron con su primer revolucionario, creador de una muy devota iglesia. Y así han seguido, siglos, antes y después de los televisores a color, los aviones... En fin, van separando las épocas basados en sus propias creaciones.
Pero ha de haber un cambio, ella no nació y no ha de morir, igual que el primero... Pero ella no viene y no va, no se sienta al lado de nadie ni se esconde entre la roca.
Esta vez el tiempo de una vida se marca, antes y después de Ana.
Cómo una madre que divide antes o después de tener hijos, o un hijo que piensa, antes o después de que mi madre muriera. Así aparece ella, sin definir cuanto se queda o que hará de la persona a la que se le acerca, va depositando su magia donde no la ven, obligandote a olvidar todos tus preconceptos, a dejar de lado todo lo que no sea definitivo y puramente exacto.

Y así ves desde el camino que llevás a su lado, cómo a todos que se acercan les pasa lo mismo, dividen su tiempo, separan su espacio... Resulta todo un acontecimiento, tenerla cerca. Y así te dejás arrastrar, te toca dejarte arrastrar, pues sos de quien ella aún no se ha alejado.

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