lunes, 2 de junio de 2008

Décimo-quinta Situación comerciable

Lo besé, con miedo por ser él... me besó, con codicia por ser yo.
Y al final él quedó herido, yo asustada y ella contenta.

Despues de todo, solo fue una nada.

La noche no llevaba alcohol como etiqueta, la música no era un cien por ciento, pero era buena. Pero la compañía divina es la que nos asustó a todos.
Ella la quiere desde hace mucho, no desde que la conoce claro, pero hace mucho. Y él, nueva imagen en el dibujo, resultaba interesante y llamativo. La noche era la noche, con promesa y todo, y los besos no fueron lo extraño. Lo extraño era la cara de dolor que él tenía, como la que alguien en un pasado tuvo, como no fue esperado.
No era la mejor banda, pero siempre nos ha gustado ir a escucharla, pero para que con tanto esfuerzo logré que la cortara, viniera y me dijera que ya anda con otra, era simplemente lógico que iba a querer besarla. Y lo hizo, después de todo no era justo que con todo ese esfuerzo para que cortaran no le diera siquiera un beso, ilegal pero merecido, el maldito beso.

No fue la gran cosa, pero quedó en la memoria por la sangre, noche intranquila de viernes. Y al grabar la pelea y lo que esta conlleva, los besos se grabaron en el fondo, como quien recuerda una canción que sonaba cuando terminaste el ultimo parrafo de un ensayo infeliz. Necesario documentar la situación, por el precio barato y la tristeza de la misma.

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