martes, 30 de septiembre de 2008

Niebla

Pasando por la frescura de la madrugada, entre gota y gota de las que quedaron, los pasos van quedando borrados. El frío parece venir con la luz, atrapados el uno al otro se dejan caer sobre la mañana.
El sonido del joven trotando se acerca por la acera, un respirar pesado que manteniendo su ritmo se le acerca lentamente. Siente la tibieza del trote en cada golpe seco que los zapatos dan en el cemento del camino. Pronto sus pasos son superados por ese ritmo incansable y lo ve alejarse en un suéter sudado que va tomando tonos más grises de lo que fueron horas antes.
Era una distracción placentera, ver al joven sobrepasar su camino en la tibieza del vapor que lo rodeaba, cada mañana.


Al llegar al pequeño puesto de la jovencita que vendía café, como se le había vuelto rutina, sitió en el punzante dolor de la rodilla un calor diferente. Se sentó en la banca rogando por que la diferencia fuera buena, cuando el dolor se tornaba en puro calor, quemándole la piel desde adentro, expandiéndose hacia el resto de la pierna.
Hacia el pequeño vaso de durapax, casi tirado al suelo por la brisa matutina, se deslizaba el río de café. Pidió otro, tomándoselo por sorbos mientras sonreía renovada.

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