lunes, 15 de septiembre de 2008

¡Ay! Qué bonita la lluvia.



Cuando caen esas primeras gotas y lo escuchás venir, desde lejos y despacito se te va acercando; sabés que viene y en la brisa se puede sentir su nombre, allí es cuando sonreís sin dudarlo y disfrutás la corta carrera hacia el techo mas cercano, justo antes de quedar empapado.

Pero ¡ay! que no, cuando ya bajo el techito te vas dando cuenta que el agua no tarda en deslizarse a tu lado por el suelo, correrse por las paredes, deslizarse desde el techo y mojar todo. Y te le quedás viendo a la cama, en ese rincón oscuro que sabes que se está mojando.
Afuera, una estructura inestable a media construcción, la arena y la grava mojándose. A tu lado, otras ocho o diez personas, apretados todos escondiéndose entre risas de la lluvia.
Y la nostalgia va desapareciendo cuando ves que el sol sale y lo ilumina todo y podés con tranquilidad saltar entre el lodo para continuar lo que hacías.

Y que bonita, bonita en realidad, es la lluvia cuando en tu casa, tu suelo, te sentás a verla y pensás en la niña Mary y la niña Marta, en sus casitas sin mojarse, que ahora pueden luchar por otras cosas que no sea contra la lluvia. Y pueden ahora, sentarse bajo techo y mirar afuera, igual que vos, y pensar en otras cosas disfrutando la brisa fresca que trae el invierno.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y ojalá todo se pusiera peor

Anónimo dijo...

¿Que disparates decís?