miércoles, 13 de agosto de 2008

Y hoy despertó con la pregunta

Habíamos quedado de vernos en el café donde yo pasaba casi todas mis tardes de martes. Fue mi idea y no me pareció que fuera a dar mucho problema.
Yo quedé de llevar la camisa que hice cuando llovió por tres semanas, una de una banda nacional poco conocida le dije, teñida de café y con un logo de una banda ska. ¿Cómo iba él a adivinar que era mía?
Él dijo que llegaría con una iguana en el hombro, una seña imperdible y muy original. Una iguana joven, con una correa que bajaría hasta la mano o el cincho de él, pensé.

Era imposible suponer que el día de la dichosa cita a ciegas sería el día en que cada hombre, joven y niño en San Salvador decidiera sacar a pasear a sus iguanas al rededor del café. Habían algunas sin correa, otras con correas vistosas de colores llamativos. Gordas y flacas, pequeñitas y otras no tanto. Algunas espaldas llevaban dos iguanas, vi una con tres. Era un desfile ridículo de iguanas y correas y dueños orgullosos que no parecían sorprenderse por que todos tuviesen la misma idea.
No sé que cara tenía, no sé que tenía en la cabeza cuando no me dí la vuelta, sino que pedí un café y me senté. Pero si sé que fue ese en el momento, entre sentarme y mi café, que me di cuenta de un detalle que había omitido: No podía encontrar una sola espalda masculina sin iguanas. Y yo como idiota con mi camisa de banda nacional, estaba en el lugar equivocado y lo sabia.


-¿Canela o chocolate?-. La voz era rutinaria y aparentaba cordialidad.
-¿Se fijó que hoy todos llevan una iguana consigo? Es como si se pusieran de acuerdo...
-¿Canela o chocolate?
-Ninguno, gracias-.


Seguían pasando frente a mí, vistosas iguanas que me observaban con su cara de lástima, como si supieran la desesperación que comenzaba a hervir dentro de mi. El colmo fuera que me dejara plantada.
Y esta estúpida camisa.

-¿Qué?
-No dije nada...

Un joven sin iguana me miraba fijamente, como seguro de haberme escuchado. Quizás lo dije en voz alta.

-No, no lo dijiste.
-¿Qué?
-La camisa no es estúpida, de hecho me gusta.
-¿Ah?
-Es una banda nacional. ¿verdad?
-No tenés iguana.
-Cambié de opinión.
-Bueno sentate, yo sí cumplí.
-Me doy cuenta, yo iba a sacar a mi iguana, pero tenía cara de lástima.
-¿Cara de lástima?
-Además, no todas las mujeres, jóvenes y niñas tienen una camisa de una banda hecha por ellas mismas.
-Gracias por no traerla... ¿cómo supiste que yo la hice?

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajaja.
parece que ha ocurrido un crecimiento desmedido de las iguanas per cápita.
por mi parte, no ofrecería mi espalda a una iguana -salvo en situaciones de emergencia- y sí, en cambio, a un murciélago o una llama, aunque en ese último caso quizás sea la llama que ofrezca su espalda.